lunes, 29 de septiembre de 2014

Despedida.

Dicen que todos tenemos un don que nos hace especial. Que todos tenemos algo en lo que ser los mejores. Jamás descubrí qué era lo mío.

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 Supongo que esto es lo más parecido a una carta de despedida que podrás encontrar, mi querido Tom. No creas que a mí no me duele, escribo esto con el corazón encogido por el sufrimiento que llevo encima. Pero debo hacerlo; por mi bien, por tu bien, por el de todos. Me voy.

La vida nunca fue generosa conmigo, no sé porqué. Pero aún así intenté ser fuerte, afrontar los problemas. Sin embargo llega un momento en que la vida, o el destino, toma las riendas y ves cómo, en contra de tu voluntad, todo alrededor tuyo se hunde en un oscuro pozo. Entonces te adaptas, nada más. Te vas autodestruyendo tú mismo, olvidado por todos y como un fantasma, hasta que llega el punto en el que la vida no tiene sentido.

 Y aquí apareciste tú. Siempre odié que dudaras de mi amor hacia ti. Te quería, y quiero, simplemente. No hay razones físicas para querer a alguien. Pero a la vida le gusta joder, y pronto volví al pozo del que había salido, aunque esta vez tú me acompañabas y no fue tan difícil. Sin embargo ha llegado el momento de decir adiós. Y entonces, cuando me di cuenta que tenía que decir adiós, descubrí también en qué era yo la mejor.

¿Sabes qué tienen en común todos los funerales? En todos ellos se oye a alguien diciendo: "Siempre se van los mejores". Me toca ser la mejor.



 [All things come to be loved and lost]